lunes, 5 de septiembre de 2011

De la globalización


Del  globalismo o la globalización se ha hablado mucho. Con este término nos referimos al ‘mundo de yupi’ en el que nos han vendido que vivimos nuestros compatriotas occidentales. Una comunidad donde todo es maravilloso, donde la tecnología hace que estemos todos comunicados, donde estamos un poco más cerca de la multiculturalidad de los pueblos, con más información clara y libre. En fin, cientos de maravillas, que ni Alicia pudo encontrar en el país inventado por Lewis Carrol. 

Pero aconsejo cautela en esta historia. ¿Qué trasfondo tiene realmente todo esto de la tan renombrada globalización? ¿Quién ha inventado tan genial sistema para que todos vayamos al unísono cual borreguitos? ¿Y quién dice que el camino sobre el que se ha sustentado y hacia el que avanza la sociedad es el mejor posible?

Pues está clarísimo, la globalización es una realidad, pero no deja de ser un invento de los países poderosos, los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, que impusieron el nuevo orden mundial. Pero sobre todo, de la victoria en la tan discutida ‘Guerra Fría’ de los Estados Unidos de América frente a la Unión Soviética, o lo que viene a ser lo mismo, el triunfo del capitalismo sobre el comunismo, y por ende, sobre cualquier otro sistema diferente al capitalismo – consumismo. 

Con la caída de la URSS, los nuevos mandamás de la ONU, y en especial de los EEUU, los que parten el bacalao en la dichosa organización, decidieron que el mundo ya no se dividía en este y oeste, o en norte y sur, sino en países desarrollados y en países subdesarrollados. Pero estas denominaciones son más que puros nombres. Hay que buscar en la semántica de las palabras para darse cuenta de cómo se implanta la voluntad de los victoriosos sobre los demás.
Subdesarrollo. Este término señala a varios países, con menos recursos, y literalmente los sitúa en el camino de que se conviertan en países parecidos a los que tienen más poder en la actualidad. Desarrollo significa recorrer un camino hacia algo. Buscar una meta.  ¿Y si yo no quiero ser como tú? ¿Y si mi pueblo no quiere ser como el tuyo? ¿Y si mi sociedad considera que no tiene que avanzar hacia tu sistema, sino hacia otro mejor? Pudiéndose usar vocablos como países pobres o empobrecidos, se utilizan los que denotan que ‘lo mío’ es lo bueno, la meta, y lo tuyo, el sistema en el que vives,  lo que te lleva a la desgracia. 

Y es que no han dejado que los nuevos países prueben otros sistemas. La ONU tiene como principio implantar en todos los Estados, sean miembros o no de la organización, los valores y las normas de la Carta de Naciones Unidas. Y digo yo… ¿con qué derecho? Si no soy miembro de tu organización… ¿Por qué tengo que atenerme a tus normas? 

Y todo esto, queramos o no, impuesto por los Estados Unidos, esa nación que por desgracia se cree, y en parte tiene mucha razón, dueña del mundo. Que contribuye con un 25% al presupuesto de la ONU. Es decir, parte el bacalao, lleva la sartén por el mango, pone (impone) las reglas del juego, o como queráis llamarlo.
Igualdad soberana de todos los Estados, ¡Qué mentira y qué paradoja! Nos venden la globalización como una maravilla de la sociedad actual, y nos la han impuesto por completo sin dejarnos probar otra cosa. 

Creo en la libre información, en el libre tránsito de personas, en la libertad de comunicaciones, en los avances tecnológicos que nos unen y nos conectan. La multiculturalidad me parece una de las lecciones más importantes que te puede dar la vida, pero no, no creo en un sistema que me han impuesto, y que me han hecho creer que era la gloria cuando se está viendo día a día que no lo es. No creo que nadie deba imponer a otro alguien su modo de vida, y eso, extrapolado a los Estados, es lo que ha venido pasando desde la Segunda Guerra Mundial en todo el globo. ¡Despertad Borregos!

Y de regalo...


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